Tengo tía que lleva años viviendo
fuera del país, a diferencia de los inmigrantes de mi generación que se sienten
expulsados de su país por la inseguridad, ella se fue para reunirse con el amor
de su vida y poco a poco fue haciendo de esa tierra su país. Hace unas semanas
me escribió preocupada porque estaba viendo ya de forma diaria reportajes sobre
la situación en Venezuela, cosa alarmante pues allá ni en el 2014, en la época
de las guarimbas y represión brutal hacían gran alarde a nuestra situación.
Le preocupamos todos, su familia
y en especial la abuela, me pidió que le contara la verdad, que le dijera como
estábamos, después de escribir y borrar muchas veces, pues siempre me han
dicho que es mejor no angustiar a quienes están afuera, porque sin importar
qué tan sincera sea siempre pensarán que la situación es peor de lo que digo me
decidí escribirle “estamos, bien, pero ya tu bien no es el mismo que el mío”,
y es que sólo quien vive de cerca la situación de nuestro país puede entender a
lo que me refiero.
En mi casa estamos bien, si bien
no conseguimos harina pan que tanto añora mi mamá para hacer sus arepas, y
ahora hacer mercado es ir resignados a ver qué conseguimos y no aquellas listas
de las que cosas que queremos. La verdad es que comemos 3 veces al día y
siempre conseguimos algo que merendar, hoy en día cuando 12% de los venezolanos
hacen 2 comidas o menos al día porque el dinero no alcanza, cuando otros miles calman
su hambre con mangos y mamones porque es lo único que consiguen es fácil
comprender por qué me siento afortunada.
La verdad es que tengo la fortuna
de vivir con una madre positiva, que se toma en serio eso de al mal tiempo
buena cara, ella hace jabones artesanales para olvidar las colas por jabón de
baño, hace pan casero para olvidarnos a ratos de la arepa, este fin de semana
molimos 2 Kg de maíz para hacer arepas peladas, y aunque prefiero las peludas
(asumí que así se llaman las de harina de maíz precocida) y sudé como si
hubiese ido al gym, me divertí recordando cómo hacíamos cachapas cuando era
niña y todos mis primos vivian en Venezuela.
Hace poco descubrió una receta de
desodorante por youtube para cuando nos haga falta, y si nos hace falta azúcar
siempre recuerda que es mejor pues con antecedentes de diabéticos en la familia
así por lo menos nos cuidamos un poco. Y aunque a veces entramos en ira ella
porque la gente del condominio no repara las cosas a tiempo, y yo porque leo
demasiadas noticias que incentivan las ganas de salir corriendo con lo que
quepa en la maleta, repiro profundo me aferro al plan y me repito, estoy bien,
sólo que tu bien ya no es lo mismo que el mío.